Para muchas mujeres con atender tres hijos sería suficiente para no darse más tiempo para a andar pensando en la ecología y como mejorar el planeta.

Para Astrid Acosta Gómez mujer veracruzana dedicada al emprendimiento social en el área de reforestación, su distracción no es ir a plazas comerciales a ver lo último de la moda. Su “pasatiempo” es andar supervisando en qué camellón de la ciudad hacen falta arbustos y árboles.

Ella no convoca con vehemencia al feminismo, tampoco se queja de lo que no hace el gobierno, ella se echa una pala al hombro, seguida por sus tres hijos que cargan plantas y pequeñas cubetas de abono y emprende acciones de plantar uveros y demás arboles que se adapten al clima Veracruzano.

Su plan de reforestación lo empieza a diseñar desde las mañanas que lleva a sus hijos a la escuela; cuestión que para sus niños es tarea voluntaria ir viendo en el trayecto del viaje que banquetas y camellones están “pelones” sin vegetación.

Ya con la bitácora mental del “equipo” de pequeños activistas ecológicos, los fines de semana empiezan a buscar los lugares seleccionados para sembrar la flora escogida con anterioridad.

Para Astrid las charlas interminables de café con amigas no es lo suyo, prefiere largas jornadas llenándose las uñas de tierra y derramar sudor en sus plantaciones en bulbos de tierra.

Cuenta que en su paso por la actividad académica universitaria sensibilizaba a sus alumnos para que se ocuparan de cuidar el planeta; y no de palabra con discursos fáciles, sino de “la palabra a la acción”.

Astrid Acosta Gómez actualmente preside el Comité del Medio Ambiente del Club Roatario de Boca del Río y se da tiempo para impartir charlas en universidades, sobre cómo reforestar.

No hace falta ser Mándela ni Cousteau para hacer algo por el planeta, un puñado de tierra con una semilla en la mano puede ser la diferencia del planeta que se le deje a las generaciones venideras.

CD/YC