Nov 28, 2023 / 03:10

¿Los perros mienten?

La ciencia ha mostrado cómo los perros nos mienten, especialmente si se trata de comida.

Empezando por adaptaciones biológicas y evolutivas como el mimetismo, donde los animales se camuflan con su entorno para pasar desapercibidos y lograr su objetivo: cazar o evitar ser cazado. Hasta comportamientos mediante los cuales fingen estar muertos o en malas condiciones para no ser devorados. Los animales mienten. Existen, incluso, aves que trampean los nidos colocando sus huevos para que otro individuo los incube.

¿Alguna vez has visto a tu perro ladrar a la nada y cuando te dirigías a ver que pasaba se ha dado la vuelta para quitarte algo de comida de la mesa? Personalmente, conozco un perro de raza Beagle con una gran habilidad en este engaño.

Pero también sé de un Border Collie que aún sabiendo que tiene prohibido subir al sofá, lo hace cada vez que sabe que no le están viendo. Lo que no tiene en cuenta es que el rastro de pelo que “deja” tras su delito le delata.

Así lo demuestra un experimento que puso a distintos perros en contacto con dos mujeres y tres cajas. El contenido de tres las cajas era diferente:

Los perros rápidamente aprendieron que una de las mujeres era generosa, ya que siempre que abrió la caja con premios les dio uno. Sin embargo, la otra mujer no cooperaba y tras enseñarles la comida se la guardaba para ella.

Días posteriores, los perros guiaron con mucha menor probabilidad a la mujer que no cooperaba hacia las cajas con comida cuando esta les preguntaba: ¿dónde está la comida?

Los perros sabían perfectamente donde se encontraba la comida. Esta capacidad se debe a la memoria de los perros en saber que si han visto como en otras ocasiones estaban ahí los premios, deben seguir ahí. Una capacidad que comparten con los bebés y que se conoce como permanencia de objeto.

Engañar a una persona poco generosa llevándola hacia la caja vacía, aumenta la probabilidad del perro de guardar más comida para después. En definitiva, es un mecanismo de supervivencia.

Mendigar forma parte del repertorio conductual de los perros. De hecho la evolución le ha llevado a desarrollar unos músculos faciales encima de sus ojos que les permiten poner cara de pena.

Los perros que tienen más desarrollados algunos de estos músculos, que no aparecen en sus ancestros los lobos, se adoptan con mayor probabilidad.

Pero también se han seleccionado algunas conductas que resultan adaptativas a la hora de conseguir comida del humano. Colocar la cabeza en nuestra pierna o darnos con la pata son algunas de ellas.

También pueden emplear conductas condicionadas. Los perros aprenden con mucha rapidez lo que funciones y lo que no, y pueden convertir sus técnicas de zalamería en molestas manipulaciones hacia nosotros.

Por ejemplo, un perro que ladra constantemente para pedir comida, puede convertirse en un auténtico dolor de cabeza, pero la culpa, como casi siempre, no es del perro, sino del condicionamiento al que le hemos sometido dándole cada vez que ha pedido con un ladrido.

Una vez asumida nuestra parte de culpa por haber condicionado la conducta chantaje entregando al perro lo que prendía: comida, llega el momento de hacer desaparecer la conducta molesta.

La inteligencia de tu perro, le da para manipularte en situaciones similares y aprender que si hubo una, habrá más. Por ello, la solución pasa por no caer a tales técnicas nunca más. Si caes una de cada diez veces, será peor y su conducta será mucho más insistente al estar aplicando el refuerzo intermitente de la expectativa. Sin embargo, si paras de reforzar radicalmente, aunque al principio tu perro se vuelva más insistente, terminarás por extinguir la conducta de chantaje.

Alimentar a un animal es sin duda un momento importante a hora de ganarnos su confianza y fidelidad. Sin embargo, hace tiempo que la ciencia nos demostró que los perros sienten un afecto real hacia sus dueños.

Las interacciones con nuestro perro, producen tanto en el perro como en la persona un aumento en los niveles de oxitocina en el organismo. La oxitocina actúa como una hormona fortaleciendo el vínculo afectivo entre ambos individuos (perro y persona), pero también como un neurotransmisor en el cerebro que nos hace sentir muy bien.

Además, por técnicas de resonancia magnética, se ha comprobado que cuando los perros reciben comida de personas a las que quieren, además de los circuitos de la recompensa, se activan en ellos los circuitos cerebrales del afecto.

Con información de: Muy Interesante

CD/NR

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