May 19, 2023 / 21:49

La transformación y la Suprema oposición.

Leonardo Ruiz

Les costó más de la mitad del sexenio, pero en pleno proceso de sucesión al interior del partido hegemónico, los grupos políticos y empresariales contrarios al proyecto nacionalista del Presidente López Obrador consiguieron después de mucho buscar bajo el diluvio, un paraguas, una última trinchera desde la cual, agrupados tras una simplista y raquítica argumentación pseudodemocrática, han logrado obstaculizar más que por cualquier otra vía, la consolidación del proceso de transformación.

Es sintomático de la oposición que sea la Suprema Corte de Justicia la Nación ese espacio para reagruparse, el Poder que representa la última instancia para lograr llevar a cabo proyectos de interés público como el Plan B de Reforma Electoral o el blindaje de los mega proyectos estratégicos para el desarrollo de México, aquel que sentencia y que ahora, con una clara inclinación anti 4T, mina paso a paso aquellas modificaciones estructurales más profundas que busca esta administración y que por si fuera poco, son por las que votó una gran mayoría en la elección del 2018.

Parece evidente que no les queda mucho lugar a donde hacerse y que esa labor antagónica que le correspondía primero a los partidos políticos y después a varios miembros de la cada vez más desprestigiada sociedad civil, que no eran más que la expresión articulada de cierto sector empresarial con proyecto propio, conservador maquillado de proge, ajeno al interés popular, ahora la encabeza la Suprema Corte, el único poder que cabe destacar, no elige a sus cabezas por mandato popular, sino por acuerdos cupulares muy bien blindados.

En este contexto, cabe recordar que si bien el Partido Acción Nacional, nació en 1939 como reacción anticardenista a la Expropiación Petrolera, al menos hasta 1982, año en que se nacionalizó la banca y se rompe el pacto de no agresión entre Estado y empresariado, siempre fue una oposición leal en palabras de la escritora, historiadora, investigadora y doctora en Ciencias Políticas, Soledad Loaeza con más funciones |morales que políticas, una oposición monitora que encontró en algunos empresarios la herramienta para plantarle cara al Partido Revolucionario Institucional.

Menciono esto porque si algún partido tuvo tiempo, décadas incluso para aprender a ser oposición, ese es Acción Nacional, aunque su breve estancia en el poder fuera más consecuencia del desenvolvimiento de las fuerzas políticas en el país a raíz del 88, año en que termina por afianzarse el neoliberalismo y así desdibujar los márgenes que mantenían separados al PRI del PAN, por lo que ya instaurada una vía única de “desarrollo” que armonizaba los verdaderos fines de ambos proyectos, se acaba de transitar de proyectos partidistas con peso ideológico y programático específico a proyectos de grupo, cupulares y personalistas enfrentados entre sí sin diferencias de fondo.

¿A qué me refiero con esto? Sencillo, ni el triunfo del PAN con Fox en el 2000, ni el del PRI con Peña en el 2012 son producto de una oposición activa que haya dado alguna alternativa a los procesos de descomposición enraizados en la corrupción y los fines oligárquicos antinacionales y antipopulares que se venían padeciendo, por el contrario, la famosa transición democrático no fue más que un cambio de capitán en pleno viaje, en el mismo barco y en la misma dirección.
El caso del Partido de la Revolución Democrática (PRD) es distinto, este germina dentro del PRI en su llamada Corriente Democrática y se funda en el 89, desde el inicio con un profundo sentido opositor a la oligarquía partidista que se alejó de los principios nacionalistas y revolucionarios de los que el partido era heredero en sus inicios.

El PRD sin un liderazgo carismático pero con un amplio despliegue populista y aún en sus filas con varios dirigentes de movimientos y pequeños partidos de corte socialista logró armar una propuesta, una alternativa a la deriva globalizadora, eso sí, sin éxito por el encapsulamiento del poder y la imposición consecuente por parte del Revolucionario Institucional.

De aquí saldría el ahora Presidente Andrés Manuel López Obrador. Personaje que se convirtió justamente en el máximo referente de la oposición activa, con un proyecto nacionalista, incluso ahora en el poder, demostrando una vez más que ganar por la mayor cantidad de votos que un mandatario ha ganado en unas elecciones democráticas no es suficiente ya que otros poderes, tanto fácticos como el judicial, han demostrado ser el último bastión de la oligarquía para entorpecer esta revolución democrática.

Es evidente que la historia de las distintas oposiciones y grupos antagónicos al poder en nuestro país es bastante extensa y excede los tiempos de la partidocracia, pero en esa lógica no está de más decir que estamos ante una de las, objetivamente, peores oposiciones de nuestra historia por su nula capacidad de convocatoria y de representación, por su ausencia de alternativas y la falta de liderazgos medianamente legítimos o de prestigio.

Dicho lo anterior no está de más señalar con ahínco, que cada vez que la oposición, escondida ahora tras la toga de los magistrados de la SCJN, ha tenido una pequeña oportunidad para explotar una agenda propia, para posicionar un proyecto, una idea que se distancie del ridículo cotidiano, de su dinámica enfermiza que sólo existe bajo la sombra de López Obrador, la han desperdiciado sin ningún reparo, como si no aprendieran nada de cada error cometido, llegando incluso a parecer un sabotaje o una infiltración bien planeada por parte de MORENA al interior de las filas adversarias.
Han sido varios los momentos sonrojantes, pero es increíble que ni cuando el Presidente enfermó y se ausentó lograron tener relevancia por sí mismos, en lugar de ello se dieron a la tarea de someterse, una vez más, a la figura presidencial (no cabe duda que AMLO triunfó al apoderarse de la agenda nacional mediante las mañaneras, una genialidad). Están completamente rebasados y no hay una sola estrategia para salir de la intrascendencia.
Ante el despropósito y con sus partidos agotados no queda más que pescar en MORENA a quien encandile a algunos perdidos para la próxima elección del 2024 y frenando todo lo que se pueda desde la ahora Suprema Oposición, la única más o menos efectiva hasta el momento.
Este agrupamiento continúa dotando de razón a lo dicho por López Obrador desde el inicio de su sexenio: hay una oligarquía reaccionaria y decadente, muy preocupada por la politización de la sociedad, por la presión que ejercen la mayoría de los mexicanos para consolidar un proceso de transformación que lo excederá y que debe ser potenciado por su sucesor.
Para ello, para el triunfo de la Cuarta Transformación se tendrá que ver una unidad tan rígida y férrea como la que están demostrando los enemigos de la Nación para mantener sus pocos o muchos privilegios, esto implica focalizar las fuerzas de los distintos grupos que se encuentran inmersos en el proceso interno de la sucesión presidencial adelantada, producto de los vicios del Obradorismo, cabe decir.
Está definida la que será la lucha y el ring, por lo que no debería haber espacio para las distracciones, el Presidente debe ser directo y concreto al interior de su Partido, dar un golpe en la mesa que ayude a reagruparse, a no dejarlo solo en este momento definitorio, es necesario y de lo contrario nos podríamos arrepentir.
Yo por último quiero decir que Obrador es una inspiración para mí, lo admiro y me conmueve su capacidad de trabajo y sacrificio, su compromiso inquebrantable, pero estos días convulsos me hicieron pensar en que se irá más pronto que tarde y que dejará un vacío en la vida pública de un país muy acostumbrado a él, cada vez más hecho a su medida. Yo lo voy a extrañar muchísimo, sin duda, pero definitivamente mucho menos que la oposición.

CD/GL

* Las opiniones y puntos de vista expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de Cambio Digital.

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