Dic 09, 2021 / 08:44

La política es una pasión, es camino y proyecto

Dicen los de la vieja guardia que en Veracruz o se es político o se es periodista. Se vive con intensidad y pasión cualquiera de las dos actividades, aunque son rumbos distintos. Los que saben de la actividad pública comentan que un buen político es aquel que logra hacer realizable algo que parecía difícil, aunque en el empeño transcurran varios años. Es, en el más exacto sentido de la palabra, un conquistador. Esto está inserto en la misma palabra dirigir. Se dirige hacia algún lugar en el que no se está; se busca el camino mejor, se procuran los mejores medios, se alienta cuando se desfallece. El no se puede hacer nada es extraño al buen político.

Muchas veces se ha transmitido un mensaje profundamente desilusionante a la gente, cuando ciertos hombres públicos, aparentemente afines, han dicho en privado que no podían hacer nada sobre un cierto tema. El mensaje silencioso que queda es que si ellos, que están en posiciones en las que gozan de un cierto poder, no pueden hacer nada, que va a poder hacer el hombre de la calle que no tiene ni la mitad de medios.

Evidentemente, el conseguir las cosas no implica el tener que hacerlas necesariamente de forma inmediata, por medio de un puñetazo en la mesa. La prudencia, aliada con la visión estratégica, indicará la forma más adecuada de enfrentarse a la realidad, de ir realizando una acción sistemática, paciente, progresiva que conduzca al logro de beneficiosos resultados. De esta forma, problemas que hoy se encuentran enquistados en la sociedad, y que aparentemente son inabarcables podrán ser tratados de forma eficaz.

Política es un camino, y por lo tanto un proyecto. Proyecto que para poder ser transmitido tiene que ser primeramente amado y tener la creencia firme de que es lo mejor que se puede ofrecer. Hay que tener la profunda confianza en que lo que se está ofreciendo realmente vale la pena y que por ello no es indiferente que se lleve a cabo o que no se realice. Este proyecto debe ser a medio y largo plazo, y que por lo tanto no se circunscribe a unas elecciones particulares, ni se justifica por el efímero esfuerzo de mantenerse en el poder.

El saber lo que se quiere implica que se distinga de forma clara lo que es esencial de lo que es accesorio, aquellos puntos en los que renunciar supondría una capitulación inadmisible, de enormes consecuencias; de aquellos otros en los que aferrarse contra viento y marea tiene como consecuencia la aparición de talantes poco flexibles y poco adecuados para la negociación y el diálogo.

CD/YC

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