La negociación común en política
Mucho se ha dicho que en la vida no se obtiene lo que quiere, se obtiene lo que negocia y en la política es muy común.
La política preside las situaciones de conflicto. Se puede decir, que allí donde se encuentra un conflicto en cualquiera de sus fases, sus tiempos, sus modos o sus alcances, se ha de acudir a la política para su manejo; nunca para su solución en el sentido de desaparición total del problema, sino para su administración o su gestión, lo que supone ya una considerable mejora. Resulta siempre útil describir la relación entre el conflicto y la política. Se trata de una relación estrecha, universal y simbiótica.
Es estrecha porque allí donde haya seres humanos en cualquier número, con sus intereses en juego, la potencialidad o el acto del conflicto están servidos. La política actúa para establecer reglas del juego de intereses, a través de la toma de decisiones, adoptando según los principios, valores e intereses de quien decide una distribución que favorece a veces a unos y otras veces a otros, porque la satisfacción total entre seres humanos es imposible. En el ámbito humano no cabe la unanimidad, pero si la fabricación de consensos.
También es universal, incluso en el tiempo y en el espacio, ya que la política como actividad de procedimiento socialmente valiosa, arbitra – y por tanto minimiza- el conflicto; se trata de un antiguo recurso, inventado por la humanidad desde siempre y en cualquier lugar.
Detrás de toda negociación política o no se expone o se trasiega la condición humana. Hay perdedores y ganadores o eso parece, y esa suerte dramática le da tinte teatral a toda negociación. El que respira negocia con la muerte.
Hay negociadores políticos calmados, seguros unos, inseguros, adiestrados o novatos los otros; se ven fanáticos, creativos, descreídos taimados, fríos, fogosos, estúpidos, respetados, huecos, estudiosos, etéreos.
Toda la fauna humana, no hablemos de los equipos técnicos, cabe en esos laberintos que tienen en la opinión pública a una de sus vigilantes invasivas, a intervalos torpe ora pasiva, la más de las veces frenética, envenenada, etérea o pueril, recia o comprada, manipulada, libre o sumisa.
Las negociaciones políticas son ejemplos magníficos, caminos trascendentes, que quedan en la historia de la humanidad como momentos aún más importantes y significativos que las guerras, cómo no, donde escudriñar en la condición humana imperfecta, insegura y prodigiosa.
Todo lo que se quiera y pueda en beneficio próspero de las naciones deberá hacerse a través de la palabra, del diálogo y de la negociación. No hay experiencia de guerra o de violencia que haya provocado la paz sin el largo letargo de venganza acechante que la muerte provoca y que siempre a la larga reaparece. La negociación política es una puerta posible cuando ya ni siquiera la casa existe. La responsabilidad es intransferible y toda nuestra.
Hay tres claves para una negociación política eficaz. 1. Separar el problema de la persona. Esta es una recomendación clásica que suele poner el acento en el esfuerzo que deben hacer los interlocutores para trascender lo personal, las simpatías o antipatías entre ellos o sus organizaciones, y centrarse en el análisis y las ideas. Pero también exige una pregunta, ¿son las personas que están negociando las más adecuadas para hacerlo? En ocasiones, merecerá la pena separar a la persona del problema, y no al revés.
2. Centrarse en los intereses, no en las propuestas. El valor añadido no suele estar en lo concreto, sino en lo estratégico. Limitar una negociación con una lista de propuestas detalladas suele ser un error y responde a una incapacidad de cálculo. Las líneas rojas y las oportunidades las definen los intereses estratégicos, no la letra pequeña. Ahí también se puede buscar la confluencia, que es el concepto de moda. No deberían olvidar los partidos políticos, en cualquier caso, que en la actual coyuntura política el interés principal es el interés general.
3. Medir y controlar los tiempos. En la era de la sociedad red, los tiempos van a estar condicionados externamente por las exigencias de transparencia y comunicación. La negociación deberá dar cuenta de sus avances y acordar los mensajes sobre el propio proceso, así como los mensajes finales que en caso de negociaciones exitosas han de ser un ganar-ganar.
Sea cual sea el resultado de las actuales negociaciones, ya sean pactos estables, acuerdos puntuales, compromisos de investidura o arreglos momentáneos, el nuevo paisaje político obligará a todos los actores institucionales, sociales, empresariales y económicos a fortalecer sus habilidades de negociación, esto es, de comunicación e influencia.
CD/YC
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