Sep 18, 2021 / 08:08

Evangelio del 18 de Septiembre de 2021


¿Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Ver evangelio en línea

Sábado, 18 De Septiembre
Sábado de la vigesimocuarta semana del Tiempo Ordinario
Calendario ordinario
Ver el comentario abajo


San Desiderio Rennes , Santa Ariadna de Prymneso

Evangelio según San Lucas 8,4-15.

Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola:
"El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo.
Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad.
Otra cayó entre las espinas, y estas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron.
Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno". Y una vez que dijo esto, exclamó: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!".
Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola,
y Jesús les dijo: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender.
La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios.
Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás.
Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar.
Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su constancia.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


BulleSan Teodoro el Estudita (759-826)
monje en Constantinopla
Homilía 2 para la Natividad de María, 4, 7; PG 96, 683s

«El resto cayó en tierra buena»

Me parece que es a María a quien se dirige el bienaventurado profeta Joel cuando exclama: «No temas, tierra, jubila y regocíjate, porque el Señor hace grandezas» (2, 21). Porque María es una tierra: es esta tierra sobre la cual el hombre de Dios, Moisés, recibió la orden de quitarse sus sandalias (Ex 3, 5), imagen de la Ley que la gracia ocupará su lugar. Ella es, además, esta tierra sobre la cual, por el Espíritu Santo, se estableció entre nosotros aquel de quien cantamos que «asentó la tierra sobre sus cimientos» (Sl 103, 5). Es una tierra que, sin haber sido sembrada hace nacer el fruto que da su alimento a todo viviente (Sl 135, 25). Una tierra sobre la cual no ha crecido, en absoluto, la espina del pecado: sino que, por el contrario, dio a luz a aquel que lo arrancó de raíz. En fin, una tierra no maldita como la primera, cuya siega estaba llena de espinas y abrojos (Gn 3,18), sino una tierra sobre la que reposa la bendición del Señor, y que lleva en su seno un «fruto bendito» como lo dice la palabra sagrada (Lc 1, 42)...  
Alégrate, María, casa del Señor, tierra que Dios ha pisado con sus pasos... Alégrate, paraíso más dichoso que el jardín de Edén en el que germina toda virtud y crece el árbol de Vida.

CD/GL

Notas del día: