Ene 04, 2022 / 08:00

Evangelio del 04 de Enero de 2022

¿Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Martes, 4 De Enero
Día 4 de enero
Calendario ordinario
Santa Isabel Ana Seton , Beata Cristiana Menabuoi

Evangelio según San Juan 1,35-42.


Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos
y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios".
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.
El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?".
"Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.
Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas", que traducido significa Pedro.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787)
obispo y doctor de la Iglesia
1ª Meditación para la Octava de Navidad

“He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”


Señor, yo soy la oveja que, por andar tras mis placeres y caprichos, me he perdido miserablemente; mas Vos, Pastor y juntamente Cordero divino, sois aquel que habéis venido del cielo a salvarme, sacrificándoos cual víctima sobre la cruz en satisfacción de mis pecados. Si yo, quiero enmendarme, ¿qué debo temer? ¿Por qué no debo confiarlo todo de vos, mi Salvador, que habeis nacido de intento para salvarme? ¿Qué mayor señal de misericordia podíais darme?
Oh dulce Redentor mío, para inspirarme confianza, que daros vos mismo? Yo os he hecho llorar en el establo de Belén; pero si vos habéis venido a buscarme, yo me arrojo confiado a vuestros piés; y aunque os vea afligido y envilecido en ese pesebre, reclinado sobre la paja, os reconozco por mi Rey y Soberano. Oigo ya esos vuestros dulces vagidos, que me convidan a amaros, y me piden el corazón. Aquí le teneis, Jesús mío. Hoy lo presento a vuestros piés; mudadlo, inflamadlo Vos, que a este fin habeis venido al mundo, para inflamar los corazones con el fuego de vuestro santo amor. Oigo también que desde ese pesebre me decís: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”. Y yo respondo ¡Ah, Jesús mío! Y si no amo a Vos, que sois mi Dios y Señor ¿a quién he de amar?

CD/GL

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