Ago 13, 2022 / 06:00

📜 Efemérides del Periodismo Mexicano: Jorge Cuesta Porte Petit

Jorge Cuesta Porte Petit, el de la “inteligencia locura” decía Octavio Paz Lozano del autor del “Canto a un dios mineral”, nació el 21 de septiembre de 1903 en Córdoba, Veracruz, y falleció luego de una terrible agonía el 13 de agosto de 1942, en una clínica de salud mental en la Ciudad de México.

En 1909 ingresa a la escuela primaria Unión y la termina en la escuela América de su ciudad natal, donde realiza también estudios secundarios y preparatorios.

En 1921 viaja a la Ciudad de México y se inscribe en la facultad de Ciencias Químicas; en 1923 es director de la revista Ciencias Químicas de la Universidad; a causa de problemas económicos no puede titularse; en 1924 publica el cuento “La resurrección de San Francisco” en la revista Antena.

Colabora en Ulises de 1927 a 1928, funda la revista Examen en 1932.

Fue uno de los escritores que animaron la revista Contemporáneos. Escribió también en El Universal, Cronos, Letras de México, el Hijo Pródigo, Tierra Nueva, Taller, América, el Libro y El Pueblo, Romance, El Universal Ilustrado, Hoy, Notas Gráficas, Imagen, etcétera.

Entre sus libros figuran Antología de la poesía moderna (1928) y El plan contra Calles (1934).

Tenía el “perfil de una inteligencia insólita e implacable” y, aquejado por un padecimiento mental, acudió al consultorio del doctor Gonzalo Lafora “buscando una solución para su desusado padecimiento que ya para esa fecha (19 de septiembre de 1940) tenía dos años de haber hecho crisis. La entrevista se interrumpió bruscamente con la iracunda reacción de Cuesta al conocer el diagnóstico hecho a priori, sin que Lafora conociera todos los síntomas que le perturbaron”.

Habría que agregar que entre este documento (la carta que ese mismo día envió Cuesta al doctor Lafora luego de la abortada consulta) y la muerte de su autor, median todavía dos años, en los cuales hay dos intentos frustrados de suicidio, tras uno de ellos el de la emasculación (ocurrido dos meses antes de su final exterminio), en un arrebato místico extraño en él, escribió ésta breve oración:

“Señor, nuestro destino está escrito desde el principio. ¿Cómo hubiéramos podido negarnos a él? Sometidos a él estamos, y sin más abrigo que tu misericordia.

“Oh Dios nuestro señor que quisieras ampararnos con ella sin desamparar a ninguno de los que somos tus siervos”.

“Secuestrado”, como él decía, en diversas casas y en una clínica psiquiátrica, pasó esos dos años postreros mientras proseguía los experimentos químicos, mientras leía (Stéphane Mallarmé y Fiódor Dostoyevski, especialmente) y escribía algunos textos, entre los cuales lo último trasladado al papel después de una prolongada permanencia de rodillas y con los brazos en cruz fueron las sentencias finales del Canto a un dios mineral.

Estas sentencias fueron escritas momentos antes de que se trasladara a la clínica donde poco después, con las cuerdas de la camisa de fuerza que le había sido impuesta para evitar su nuevo intento de sacarse los ojos, pudo al fin ahorcarse y luego de una terrible agonía fallecer el 13 de agosto de 1942.

(Miguel Capistrán, Los contemporáneos por sí mismos, 1994).

CD/YC

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