Jul 16, 2022 / 06:00

📜 Efemérides del Periodismo Mexicano: Carlos Díaz Dufóo

Tres años antes de su muerte, en el sepelio de don Miguel S. Macedo, el 16 de julio de 1929, Carlos Díaz Dufóo (hijo) dijo en la oración fúnebre: “Oíd amigos míos, oídlo ahora y oídlo siempre: Los inmortales honran a los viejos. De esta vieja y perfecta razón los ya maduros hacemos cuenta que lo viejo no es enemigo del alma, sino preparación indispensable, hálito extenso y vivir prolongado…”

Hijo del escritor y economista que llevó su mismo nombre, se graduó como abogado en la Universidad Nacional. Fue profesor de filosofía en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Derecho. Gran lector de Nietzche. Estuvo un tiempo en París, Francia, y allí editó sus Epigramas. En el único número de la revista La Nave (1916) publicó su ensayo De una estética de lo cursi; en México Moderno, un breve diálogo escéptico, y en Contemporáneos, dos pequeñas farsas, El barco y Temis municipal, esta última puesta en escena por Rodolfo Usigli en 1940.

Tras un gesto de fastidio —dice José Luis Martínez en El ensayo mexicano moderno (1958)— Díaz Dufóo Jr. puso fin a su propia vida.

Sus breves obras —añade el crítico literario— son ya fruto de la madurez, y entregan, sobre todo en sus memorables Epigramas, un espíritu sabio y desencantado, pleno de una ironía atemperada por un dejo melancólico. Estos Epigramas o ensayos breves de Díaz Dufóo son de la misma estirpe que los de Julio Torri, a los que recuerdan a menudo, aunque las afinidades del autor De fusilamientos son ante todo francesas mientras que las de aquél parecen preferir las huellas que proceden de la lengua inglesa.

En Ricardo Gómez Robelo, Carlos Díaz Dufóo Jr. Obras, el autor de la recopilación y prólogo, Serge I. Zaïtzeff, dice: “Con evidente pesimismo en el futuro Díaz Dufóo pronostica un mundo de mitos desgastados y vacíos”.

No cabe duda que el pensamiento nihilista del autor de Epigramas fue lo que le llevó al suicidio. Aunque las referencias al tema mismo de la muerte son contadas en su obra, expresan claramente su actitud. Mientras en una parte anhela morir “silenciosamente”, en otra encuentra escasa esa justificación para vivir. La muerte, para él, significa la negación total de todo. De hecho, su definición de la inmortalidad revela una desolación absoluta. Dice: “Sin apetitos, sin deseos, sin dudas, sin esperanzas, sin amor y sin odio, tirado a un lado del camino, mira pasar, eternamente, las horas vacías”.

Carlos Díaz Dufóo Jr. colaboró también en Revista Nueva. Murió en 1932 a la edad de cuarenta y tres años.

En Tres libros, Julio Torri evaluó la obra del desaparecido poeta y señaló: “Su expresión es concentrada, límpida. Como muestra copió enseguida su Epitafio, tan puro de alardes corintios, en que exalta la vida recatada que amaron los epicúreos”:

EPITAFIO

Extranjero, yo no tuve un nombre glorioso. Mis abuelos no combatieron en Troya. Quizá en los demos rústicos del Ática, durante los festivales dionisiacos, vendieron a los viñadores lámparas de pico corto, negras y brillantes, y pintados con las heces del vino siguieron alegres la procesión de Eleuterio, hijo de Sémele. Mi voz no resonó en la asamblea para señalar los destinos de la república, ni en los symposia para crear mundos nuevos y sutiles. Mis acciones fueron oscuras y mis palabras insignificantes. Imítame, huye de Mnemosina, enemiga de los hombres, y mientras la hoja cae vivirás la vida de los dioses.

CD/YC

Notas del día: